viernes, abril 27, 2007

XXVI Feria del Libro de Santander

Con el permiso de los habituales, esta entrada de ECA será algo peculiar; lo será por dos razones: verá la luz este domingo por la noche, en lugar del viernes habitual y consistirá en un resumen sonoro de la conferencia "El castellano cercano", que tendré el honor de impartir en la jaima central de la XXVI Feria del Libro de Santander ese mismo día a las 19:30 de la tarde en el inspirador Paseo Pereda de la capital cántabra. ¡Hasta entonces!.

Actualización: Todo fue genial. Gracias miles a los asistentes. Sólo una petición desde el blog: déjenme hasta mañana para digitalizar y seleccionar los mejores cortes de sonido de mi intervención, ¿les parece?. Gracias de nuevo por su silencio cómplice.

Actualización: ¡Listo!
-Charla "El castellano cercano" (parte I)
-Charla "El castellano cercano" (parte II)

viernes, abril 20, 2007

El calambur no espera... ni manzana

Esta semana descubríamos, gracias a Internet y su comunidad, que la nueva autopromoción del canal autonómico de Madrid, TeleMadrid, y su eslogan, podían ser interpretadas de dos maneras…

Infórmenos sobre problemas de vídeo

Últimamente, los servicios informativos de la cadena han estado rodeados de polémica, ya que algunos de sus trabajadores se han quejado de presiones políticas en el desempeño de su labor periodística. El calambur es una figura retórica que aparece cuando, reagrupando las sílabas de una oración, frase o palabra, estas dan un significado distinto. Si tomamos “espejo de lo que somos”, vemos que fácilmente puede ser “espe jode lo que somos”, y “Espe” es el conocido hipocorístico de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.

Felipe Trigo (1864-1916)La palabra “calambur” proviene del francés (calambour), donde significa, literalmente, “juego de palabras”. Entró en el diccionario oficial en su edición de 1927 con ese sentido simple de “juego de palabras” y hemos detectado su primer uso literario (el de la palabra) en una obra de Felipe Trigo de 1905, “Del frío al fuego”. Sin embargo el juego concreto que ahora designa (el de la distinta agrupación de sílabas para distinto significado, desde 1992 en el DRAE) es muy anterior. Don Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), en retrato de VelázquezProbablemente, el más conocido en castellano es el que tuvo por protagonista y autor a don Francisco de Quevedo y Villegas. Al parecer, éste se apostó que podría llamar “coja”
–que lo era- a la reina Mariana de Austria (esposa de Felipe IV) sin que se ofendiese. Fue entonces cuando, don Francisco (seguro que con tremenda facilidad), presentándose ante la soberana consorte como el poeta de corte que era y dispuesto a hacerle un regalo, con dos ramos en las manos, nos obsequió con el ocurrente calambur:

“Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad /es/coja

El calambur (o lo que hoy conocemos por tal) ha sido una herramienta ingeniosísima y común de las adivinanzas que todos escuchamos y recitamos desde niños. Así:

-Blanca por dentro, verde por fuera, si quieres que te lo diga, /es/pera
-Oro parece, /plata no/ es
-Si /el ena/morado/ es discreto y entendido, ahí va el nombre de la dama y el color de su vestido
-No pienses en otras cosas, que las tienes en el mar, /o las/ ves llegar furiosas, /o las/ ves mansas llegar

Famosas plumas han echado mano del calambur para la burla o el enriquecimiento de textos. De ese modo, el capitán español compañero de Pizarro en la conquista del Perú, Alonso de Mendoza (muerto en 1552), escribió:

-Si el /rey no/ muere, el rei/no muere

El dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón (1581-1639) puso en boca de dos de sus personajes en una de sus obras…

-¿Éste /es conde/?
-Sí, éste es/conde la calidad y el dinero
Juan Ruiz de Alarcón (1581, Taxco, México-1639, Madrid)Alonso de Mendoza (?-1552)
Volviendo al hoy, lo de TeleMadrid… ¿crítica velada? Los responsables de la agencia de publicidad creadora de la campaña (la prestigiosa Publicis) lo han negado (claro). Lo que resulta obvio es que la promoción, si tuviese ese criticante fin (es decir, si el eslogan fuese un calambur a posta) está muy bien envuelta por la canción (“I´ll be your mirror”, “Yo seré tu espejo”) y el sentido de reflejo de la sociedad madrileña que pudiera querer ser la televisión. Resumiendo, que, como buen calambur, está disfrazado y ofrece las mismas razones para pensar en su sentido unívoco o equívoco, porque… ¿quién le podía decir nada a Quevedo tras su regalo?¿quién podía asegurar que pretendió ofender a la reina –o al menos llamarla lo que era-?

viernes, abril 13, 2007

Mis palabras vascas favoritas

Son ya varios los artículos dedicados a “mis palabras favoritas”; bien fuese de manera general, bien tematizada, he podido exponer aquí unos cuantos bonitos –para mí- vocablos. Ahora le toca el turno a aquellos que llaman la atención por su origen, en este caso, en el éuscara o éuscaro o euskera, eusquera… que de todas maneras se puede decir, el vasco y vascuence, vamos. Según todos los indicios, es el vascuence un idioma anterior al castellano (hay quien dice que, por las montañas de Rioja, Cantabria y Burgos –ese triángulo providencial cuna de nuestro idioma universal- la relación de ambos fue tan fuerte que el éuscaro le pegó buena parte de su carga fonética al joven español); el caso es, pues, que ese “idioma de las cavernas”, como decía mi viejo profesor de latín, don Fernando (supongo que por lo mucho que tiene de atávico y origen incierto) le ha prestado, según el DRAE noventa y cinco (95) palabras al castellano actual. Vamos a por ellas.

En primer lugar, pudiera sorprender el reducido número de palabras de origen vasco en español; podríamos aventurar –con razón- que el propio eusquera tiene más vocablos de origen castellano que viceversa. El desarrollo desigual de los territorios del dominio lingüístico de uno y otro idioma nos da la clave ya que, por particularizar, la zona del Este cantábrico español ha sido eminentemente rural hasta bien entrado el siglo XX. Su importancia en cuanto a “poder implantador” de nuevos vocablos y propios antiguos, comparada con la dinamización cultural, social y política española a escala global, siempre fue lógicamente menor. Por otro lado, como nos sucedió a la hora de diseccionar las mil trescientas palabras que la RAE reconoce como de origen árabe, dentro de esas noventa y cinco (95) con cuna vasca, la mayoría son vocablos auto-referentes, relacionados con su cultura. Hablamos de casos como –todas palabras españolas- “aberzale” (del vasco “abertzale”, “patriota”, significa, en castellano, “nacionalista vasco radical”), de “aizcolari” (los tradicionales cortadores de troncos vascos), “batúa” (como se denomina al eusquera prefabricado, en los años 60, reuniendo la infinidad de dialectos profundamente desiguales existentes), “chacolí” (el riquísimo vino), “chapela” (la tradicional boina), “ertzaina” (miembro del cuerpo de policía autonómico vasco), “ertzaintza” (ese cuerpo de policía), “ikastola” (las polémicas escuelas de enseñanza en vascuence) o “pelotari” (jugador de frontón).

Pero a quien quiero dedicarle tiempo y espacio es al otro tipo de palabras españolas de origen vasco, a las que nos son fundamentales a todos, o importantes al menos, y que, gracias al impulso de la cultura hispánica, han dado la vuelta al mundo. ¿Sabían que, mientras buena parte del resto del mundo –incluido el latino- usa variaciones de "sabbath" para referirse a las fiestas de exaltación del macho cabrío de las brujas, nosotros usamos “aquelarre” por influencia vasca?. Pues ahí no acaba la cosa, que no es que sea muy extensa, pero sí curiosa: la pesca fue durante siglos, crucial para la subsistencia de los territorios de habla vasca. Así, contradiciendo parcial y controladamente mi argumento anterior de distinta importancia en distintos campos de las culturas vasca y castellana, el éuscara impuso “gabarra” para la “barcaza grande” o “bacalao”, traído del “bakeljauw” neerlandés durante el siglo XVII, de amplio intercambio con Flandes y desplazando al castellano “abadejo”. Más del vasco haciendo de vehículo de palabras para el español: desde el francés por él nos llegó “chabola”, de “txabola” y este de “geôle”. ¿De qué mejor forma podríamos nombrar a un objeto informe o indeterminado que “chirimbolo”?¿y no es más corto y cómodo “chistera” que “sombrero de copa”?.

No tengo ninguna duda: mis preferidas son aquellas que nos han hecho diferenciarnos aún más del resto del mundo y, por parecidos, del resto del mundo latino; así con “aquelarre”, y mientras los otros siguen con los derivados de la “siniestra” –por opuesta a la “dextra”-, nosotros tenemos nuestra buena “izquierda”, gracias a la “ezkerra” vasca (nada que ver con política ahora, ¿eh?, que poco debe nadie a la “euzkadiko ezkerra”). Por acabar, el “mus”, también vino del francés (“mouche”, “mosca”) vía vasca, como su “órdago” –tan importante dentro del juego y en expresión y cultura fuera de él- del euskera “or dago”, literalmente “ahí está”. Curioso esto, que quieren tapar muchos de algunos sectores políticos del actual País Vasco, ¿no?, algo tan español como el mus, como Unamuno, Baroja, López de Haro o… el castellano, con tantas raíces vascas y tanto que ver con nuestros hermanos del norte…

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No es la primera vez que tratamos el éuscaro (me gusta esta deformación castellana del original) en este pequeño rincón del castellano. El artículo “Charnegos, euscaldunas y nada” levantó ampollas entre algunos lectores, con los que debatimos y discutimos en un ambiente general de respeto y enriquecedor tono culto. No descarto que mi subconsciente haya pretendido demostrar, con este artículo, mi firme convicción en que los idiomas, en sí mismos, son inocentes y blancos cual corderitos lechales; del mismo modo que no se puede culpar a un pueblo entero por nada, creo, el uso que les demos a nuestros lenguajes algunos de nosotros, animales humanos, es otra cosa y puede llegar a pervertirlos hasta hacerlos irreconocibles. ¿Tiene tiempo? Todo esto último queda explicado a la perfección en el artículo del enlace de más arriba y sus comentarios posteriores… creo que merecen la pena.

viernes, abril 06, 2007

Madrugada de Viernes Santo de 2007

Pocos momentos de recogimiento y reflexión encuentro en el año tan curiosos como las madrugadas del fin de semana de la Semana Santa. Curioso porque nunca he entendido muy bien lo que sucede. Acompañado desde hace años a posta por la radio, que retransmite las procesiones de toda España, una nube de reflexión personal me invade siempre y, mientras me trasladado de fondo de aquí para allá por la geografía española gracias a las ondas hertzianas, caigo en los brazos de la negra, mágica, misteriosa, ambivalente madrugada (que no del sueño). La Semana Santa aúna a la perfección dos de los pilares de la identidad española: Roma y cruz; Roma como vehículo de nuestro idioma y cultura, cultura que nos trajo el Cristianismo. Nótese que no hablo de religión aquí, porque no quiero –y eso que cabría, por ser cultura hispánica-. En esta madrugada de Viernes Santo de 2007 en la que me encuentro me ha dado por pensar en esas palabras castellanas pertenecientes al campo semántico de la Semana Santa y que, por nuestra forma de vivirla, son privativas del castellano: lo que significan sólo lo sabemos nosotros, pues no se pueden traducir a otros idiomas sin circunloquios asistentes.

Sin duda una de las imágenes de la Semana Santa española es la de los penitentes y sus capirotes. Son también “capillos” o “capiruchos” (salvo en El Salvador que significan allí, estos últimos, el juego del boliche). Los tres emparentan con una importante familia lingüística de rancio abolengo que engloba a la “capucha”, la “capilla” o la “caperuza”, descendientes todos de “capa” (documentada por primera vez en el 952) y ésta a su vez del vocablo del latín tardío “cappa”. Todas tienen que ver con prendas que se colocan o nacen en la cabeza. Corominas le otorga origen desconocido… ¿tan arriesgado resulta emparentarla con caput, -itis, “cabeza”?. “Capirote” aparece por primera vez en el Diccionario de Autoridades, en 1729.

El miserere es entonado esta noche por toda España. Así comienza el canto 51 del Libro Segundo de los Salmos del Antiguo Testamento. Fue recitado por David tras aceptar y arrepentirse de su pecado, al yacer con Betsabé, mujer de Urías, y mandar a éste a primera línea del frente de batalla, para propiciar su muerte y facilitar su falta. Hoy, ejemplo de petición de perdón por las ofensas cometidas, es lanzado al cielo en típico período de penitencia: la Semana Santa. Literalmente comienza así:

“Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam. Et secundum multitudinem miserationum tuarum, dele iniquitatem meam. Amplius lava me ab iniquitate mea et a peccato meo munda me…”

(“Ten misericordia de mi, o Dios, conforme a tu gran misericordia. / Y conforme a la multitud de tus piedades, borra mi maldad. / Lávame enteramente de mi falta y límpiame de mi pecado…”)

“Miserere” es el imperativo del verbo latino “miserari”, “apiadarse”. El canto ha tomado el nombre de su primera palabra. Es recogido en castellano por primera vez en el Diccionario de Autoridades, en 1734 (no en vano entre los siglos XVII y XVIII se fijan muchas de las costumbres de Semana Santa que perviven hasta hoy) así:

“Miserere. s.m. La fiesta o función que se hace en Cuaresma a alguna imagen de Cristo, por cantarse en ella el salmo que empieza con esta voz”.

También son noches de temblorosas y sentidas saetas. Una “saeta”, como sabemos, es una flecha, un arma con punta afilada arrojada por un arco; proviene del latino “sagitta” y, según el DRAE, puede ser, también, una “copla breve y sentenciosa que para excitar a la devoción o a la penitencia se canta en las iglesias o en las calles durante ciertas solemnidades religiosas”. Así, maravillosamente, hemos comprobado el nacimiento de una palabra en una de las formas más bonitas de las que éstas disponen para hacerse: con una preciosa metáfora; al igual que la flecha, que la saeta, este tipo de composiciones pretenden y consiguen penetrar finamente en nuestro interior, hiriendo el sentimiento, moviendo al dolor. Con su sentido primigenio de “flecha” aparece por primera vez en el siglo XIII, en los escritos de personalidades como Gonzalo de Berceo o Alfonso X.

Si llueve, las delicadas telas y materiales de las figuras y esculturas de procesión de Semana Santa no pueden salir; sólo el corazón duro e insolidario puede permanecer impasible o incluso burlarse de los lloros y la desesperación de los cofrades que ven cómo un año entero de ilusión y preparación se va al traste por el mal tiempo. Ahora mismo escucho por la radio (casualidades de la vida) que durante este día de Jueves Santo sólo dos de las siete hermandades que tenían previsto desfilar en Sevilla han podido hacerlo, debido a la lluvia; parece que el tiempo ha mejorado por la noche. Las cofradías protagonizan los actos públicos de la Semana Santa en toda España, suponiendo la nota monumental, espectacular, exterior del período espiritual. “Cofrade” es el resultado de una simple adición: cum+frater. “Frater” es “hermano” y el “cum” da idea de reunión, de apiñamiento, de “hermanamiento”, precisamente. Es el mismo matiz que el de “correligionario” o “colaborador” (el que trabaja “con” alguien). Hablando de espectacularidad, no me negarán que las voces y órdenes de los capataces de las cofradías, con sus correcciones de rumbo, sus toques en el llamador para señalar la reanudación de la marcha y sus “¡al cielo con ella!”, refiriéndose a la imagen de la Virgen, no ponen los pelos de punta… “Capataz”, de seguro, proviene de la arriba mencionada caput, -itis, “cabeza”, pero cómo llegó desde ahí, su evolución, se desconoce.

Dentro de las cofradías, otro de los protagonistas de la Semana Santa es el costalero. Viene derivado de “costal” (que significa “relativo a las costillas” o “saco grande” –porque se carga con o sobre esa parte del cuerpo-) y éste del latín “costa”, literalmente “costilla”. Es él el que se encarga de transportar, y “bailar” en ocasiones, el paso de Semana Santa. Esas “efigies o grupos que representan un suceso de la Pasión de Cristo, y se sacan en procesión” son auténticas obras de arte con, a veces, siglos de historia. Su origen etimológico hace referencia a su método de movimiento, precisamente, el “paso” (“passus” latino) de los costaleros que lo transportan.

Gracias a ustedes, esta es la primera madrugada de Semana Santa, en tiempos, que no paso en la cama, escuchando sólo y solo la radio, viviéndola desde dentro. Hoy la he compartido con alguien más, investigando y escribiendo. Gracias.Procesión del Silencio pasando por el Albaicín (Granada) con la Alhambra al fondo